El carsharing surgió en Suiza en los años 40, donde se formaron cooperativas que compraron viviendas y vehículos en multipropiedad para abastecer la alta demanda que había entonces. Tal fue el éxito que la idea se extendió a países como Francia o Austria, ayudando a mitigar los efectos de la crisis del petróleo de 1973. Desde entonces el carsharing no ha hecho más que evolucionar, aunque siempre coartado por falta de tecnología que permitiera gestionar las flotas de manera eficiente.
Con la revolución internet y la llegada de los smartphones el carsharing ha recibido el impulso necesario para consolidarse como principal modelo de movilidad alternativo al coche en propiedad en las principales ciudades del mundo.
Tal es el caso de Madrid, la octava ciudad europea que cuenta con casi medio millón de usuarios a día de hoy (Enero 2019).
Diversos estudios demuestran que ciudades de menos de 500.000 habitantes pueden beneficiarse del carsharing a través del modelo round-trip. Esto es, origen y destino en el mismo punto. A su vez, los conductores que realizan menos de 12.000 km al año ahorrarán hasta 2.500 € en costes por usar este servicio.
En términos de uso se ha demostrado que cada coche compartido puede sustituir hasta 20 coches en propiedad. 1 de cada 5 usuarios de carsharing deciden deshacerse de su coche y 3 de cada 10 desisten en la compra de uno nuevo.
El carsharing ha venido para quedarse. Solo es cuestión de tiempo que el conductor reconsidere la opción de cambiar de mentalidad y decida abrazar este nuevo paradigma de movilidad más económico, ecológico y eficiente.
